Ya lo habíamos anticipado desde este mismo espacio hace varias semanas atrás: una buena idea, pero con una mala ejecución, termina siempre en desastre. Y esto es lo que está ocurriendo justamente con las ciclovías en la ciudad de Salta.
La alternativa de transporte saludable, presentada a través del programa “Salta en Bici”, está dejando ver severas fallas en su aplicación, tanto por la imagen improvisada que demuestra, como por el mamarracho urbanístico que representan los bloques de cemento, ubicados en fila sobre una línea amarilla que varios lugares aparece despintada y vuelta a pintar en otro lugar más cerca o más lejos de la acera. La obra se complementa, en algunos sectores, con alambres que sostienen débilmente una maya de seguridad y señalización.
En otros puntos de las bicisendas, el asfalto que quedó por sobre la línea de pavimentación, constituye una peligrosa trampa para los ciclistas que no pueden sortear la diferencia de altura y corren el riesgo de perder el equilibrio y caer sobre la calle o, en el mejor de los casos, sobre la vereda.
También se puede ver, en otros casos, que el nivel de las veredas, la acera y la calle, forma una profunda grieta por donde transcurren los desagües y por donde los ciclistas deben hacer malabarismos para evitar caer en ese embudo inevitable en el que se han transformado las bicisendas en el centro de Salta.
Todo lo antes expuesto deja ver la improvisación para un tema tan crítico como el transporte, en una ciudad con más de 600 mil habitantes.
Se necesitan vías alternativas que descompriman la ciudad y desalienten el uso de los automotores, pero de esta manera lo que se va a conseguir es el efecto contrario: la inseguridad para los ciclistas se va a transformar también en un problema muy grande para los automovilistas. No son pocos los que ya han comenzado a plantear la necesidad de una revisión en el impuesto a la radicación de automotores si es que continúa el plan para desalentar el uso de los vehículos, lo cual llevaría la discusión a otros niveles. El debate entonces se tornaría mucho más complejo al tratarse de temas de “caja” donde la comuna tiene mucho para perder.
Sobre este punto es necesario también poner blanco sobre negro a cerca del monto invertido hasta el momento en la construcción de estas bicisendas. Así como están, no son solo un adefesio urbanístico, sino también la vía por donde se filtran sospechas de corrupción.
Se asegura que las bicisendas de avenida Belgrano tuvieron un costo de 3,6 millones de pesos y que la obra fue adjudicada en forma directa. Un monto poco inferior es el que se destinó a la calle Alvarado. La idea es sumar otros 22 millones de pesos para completar las obras desde distintos barrios capitalinos hacia el centro de la ciudad.
De más está decir que la aprobación del proyecto la hicieron a ojos cerrados. De otra manera alguien de la comuna, con una mínima visión de estética tendría que haber advertido los desniveles, la maraña de las redes de seguridad, los adobones de cemento, las líneas amarillas repintadas. Después de todo hubiese sido linda una obra integradora con las peatonales, la ampliación y nivelación de las veredas por donde los ciclistas puedan movilizarse entre un parquizado que también podría servir a los peatones. En fin... solo se trata de mirar y copiar.
Está fuera de discusión que una ciudad turística a nivel mundial como Salta, no puede presentarse a los visitantes del mundo con un mamarracho que ni gratis tendría que haberse permitido.