El Gobierno socialista de Alemania presidido por Olaf Scholz volvió a incumplir sus compromisos para recuperar la disciplina fiscal. El déficit financiero total de Alemania volvió a superar el 3% del PBI al término del primer trimestre del año. De esta forma, el país volvió a incumplir oficialmente las reglas fiscales previstas en el Tratado de Maastricht, incluso habiéndo superado la pandemia y considerando que el nivel de actividad se recuperó del impacto con respecto a la fuerte caída del 2020. La actividad y el empleo se recuperaron, pero las finanzas públicas jamás retornaron a la normalidad.
El resultado primario (excluyendo el creciente pago de intereses de deuda pública) marcó un déficit equivalente al 2,36% del PBI en los primeros tres meses del año, por lo que prácticamente se duplicó desde el segundo trimestre del año pasado. Esto responde a los estímulos fiscales desplegados por el Gobierno de Scholz en respuesta al shock energético de la guerra de Ucrania. El estímulo anunciado totalizó los 200.000 millones de euros para ser aplicados hasta el año fiscal 2024, boicoteando completamente las metas fiscales convencionales. La actividad económica se estancó en el segundo trimestre, y la recesión ya acumula 9 meses de duración. Los ingresos del Estado alemán se contrajeron fuertemente por la retracción de la economía en la primera mitad del año.
Las estimaciones oficiales sugieren que el déficit financiero total seguirá creciendo hasta el 4,25% del PBI para fin de año, más de 1,25 puntos del PBI por encima del límite de Maastricht. Dada esta peligrosa trayectoria, el stock de deuda pública en relación al PBI tampoco podrá converger al 60% que establece el acuerdo fiscal de la UE. La deuda pública cerraría el año llegando a representar el 67,8% del PBI, partiendo del 66,3% al cierre del año pasado. La relación deuda/PBI no podrá bajar del 65% del PBI hasta 2026, según sugieren las estimaciones de la Oficina Federal de Estadísticas de Alemania.
El ministro de Finanzas liberal Christian Lindner anunció un programa de ajuste fiscal por 30.600 millones de euros para 2024, junto con una meta de déficit presupuestario equivalente al 0,35% del PBI y superávit programado para 2025. Pero para lo que resta del 2023, los desequilibrios no lograrán adecuarse a los compromisos de la UE.
A diferencia de lo que ocurrió en la crisis internacional de 2008, la mayor parte del déficit lo componen los gastos corrientes del Estado y no los intereses de deuda (incluso a pesar de la política restrictiva del Banco Central Europeo). Mientra que en aquel entonces Alemania solo demoró 8 trimestres en volver a conseguir el superávit primario, desde el estallido de la pandemia ya se acumulan 12 trimestres con déficit primario, algo que no ocurría desde hace casi dos décadas.