Sergio Massa sabía que era a todo o nada. Y se fue con el objetivo cumplido, porque dominó psicológica y argumentalmente a Javier Milei durante casi todo el debate de los candidatos presidenciales que se enfrentarán en el balotaje del domingo próximo. Pero, fundamentalmente, porque desnudó que el libertario desconoce demasiados asuntos del Estado que pretende administrar.
Massa se mostró como el político profesional que es. Habló con claridad y seguridad, sin balbuceos. Supo manejar los tiempos para quedarse en casi todos los bloques temáticos con la última palabra. Milei pareció poco preparado, por momentos sin norte y falto de herramientas. Tuvo confusiones e imprecisiones.
Massa habló de la responsabilidad y templanza que debe tener un presidente. Contrapuso esas cualidades con los conocidos desbordes emocionales, las reacciones violentas y los vaivenes discursivos de su adversario, que al menos esta vez estuvo en calma. Por momentos jugó al límite; por ejemplo cuando sugirió que Milei quiere cerrar el Banco Central como revancha personal porque cuando era estudiante esa entidad no le renovó una pasantía. Massa deslizó que eso fue porque no pasó un test psicotécnico.