Se encuentra en la zona de Loma Bola, en el cerro San Javier, a unos 25 kilómetros de la capital provincial. Funciona todo el año en forma gratuita y puede ser utilizada por principiantes y profesionales y para distintas actividades turísticas.
El cerro San Javier, que custodia a la ciudad de San Miguel, capital de la provincia de Tucumán, tiene una de las pistas de despegue más reconocidas en el mundo para el vuelo libre en parapente.
Desde el centro de la ciudad, a sólo 25 kilómetros del cerro, es común observar al cielo y maravillarse con el despliegue de esas enormes "alas" de telas de colores para sobrevolar en el horizonte. La práctica de este deporte, tanto por profesionales como aficionados, se puede realizar durante todo el año en la zona de Loma Bola, donde se encuentra la pista de despegue.
Hace más de dos décadas se establecieron en la pista natural de Loma Bola varias asociaciones, escuelas o simples grupos de aficionados para dar rienda suelta a su sueño de volar. En la actualidad es el lugar desde donde varias escuelas de vuelo o profesionales de la actividad realizan la práctica del parapentismo durante casi todo el año, cuando las condiciones climáticas lo permiten.
El gran atractivo es que cualquier persona puede cumplir el sueño de volar gracias a un equipamiento biplaza que permite hacerlo bajo las coloridas velas del aparejo conducido por expertos deportistas.
Así, esta zona del cerro San Javier recibe, día a día, a cientos de amantes del deporte, audaces visitantes que intentarán la proeza, turistas que desean presenciar esta práctica en un paisaje increíble o recorrer a pie, en bicicleta o a caballo este lugar del departamento Yerba Buena.
A sólo 45 minutos en auto desde el centro de la ciudad, hacia el oeste por la avenida Aconquija y luego continuando el ascenso al cerro por la serpenteante Ruta Provincial 338, en plena Yunga tucumana, se encuentra esta reserva natural de aventuras.
El ingreso es gratuito para los visitantes, contando en el Cerro Loma Bola con distintos servicios como sanitarios, confitería, estacionamiento y wifi. Las bondades de su ubicación tan cercana a una gran ciudad, su accesibilidad y las condiciones climáticas y topográficas, convierten a Loma Bola en el sitio de parapentismo más destacado de Latinoamérica y uno de los mejores del mundo, al punto que fue escenario del último Campeonato Mundial de Parapentes, con más de 150 pilotos de todo el planeta.
El éxito de la competencia no hace más que renovar el interés y la pasión por un deporte que combina la capacidad técnica y deportiva, el amor por la naturaleza y la adrenalina propia de encontrarse a cientos de metros del suelo y sostenidos por poco más de cinco kilos de tela, sintiendo en la piel el aire de la yunga tucumana.
Al ser un deporte que tiene una instancia competitiva y otra recreativa que no requiere un conocimiento previo ni una pericia especial, el parapentismo, en un escenario natural como el que ofrece la sierra de San Javier, se convierte en el atractivo turístico perfecto.
Escuelas, empresas o profesionales reconocidos ofrecen al turista una experiencia inolvidable que, en líneas generales, lleva tres horas entre el traslado desde la ciudad y el contacto con el deporte y la naturaleza.
En transfer o por medios propios, quien se anima al vuelo libre llega hasta el San Javier y allí, en el predio de Loma Bola, recibe una charla técnica y se apresta a sobrevolar durante unos 15 minutos por el faldeo del cerro pincelado de verde por la Yunga, con la gran capital tucumana bajo sus pies.
Esta experiencia única tiene actualmente un costo promedio de 12 mil pesos, que incluye además del traslado hacia el cerro y del vuelo propiamente dicho, la posibilidad de llevarse este recuerdo en fotografías profesionales.
La profesionalidad de los pilotos que realizan el vuelo en tándem, la tecnología de la que disponen los actuales equipos y las condiciones climáticas y topográficas del cerro Loma Bola le aseguran al turista y al aficionado una práctica totalmente segura.
En el Loma Bola se puede admirar también el paisaje de la capital tucumana desde un mirador natural; hacer trekking por los selváticos senderos que discurren por todo el cordón montañoso, o disfrutar de una comida o una bebida al aire libre en el parador del lugar.