El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, y su novia, Stella Moris, se casaron en una pequeña ceremonia dentro de la prisión londinense de alta seguridad de Belmarsh, en presencia de dos guardas de seguridad y seis invitados, entre ellos dos testigos y sus dos hijos. "No sé qué decir, estoy muy feliz, estoy muy triste, te quiero Julian con todo mi corazón y me gustaría que estuvieras aquí", expresó Moris con lágrimas en los ojos al finalizar la ceremonia, en las puertas de la cárcel de Belmarsh, al sur de la capital, informó la agencia de noticias AFP. "Lo que estamos pasando es inhumano. Él es la persona más increíble del mundo y debería ser puesto en libertad. Pero nuestro amor nos sostendrá", agregó la abogada, quien se unió a la defensa de Assange en 2011.
El velo de su vestido gris plateado, diseñado por la británica Vivienne Westwood, que apoya desde hace años la causa de Assange, llevaba bordadas palabras como "libre", "tumultuoso", "noble". Moris, de 38 años, llegó a la cárcel acompañada de su madre; el padre y hermano de su prometido, John y Gabriel Shipton; y sus niños, Gabriel, de 4 años, y Max, de 2, nacidos cuando Assange estaba refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.
De acuerdo con la abogada, las autoridades penitenciarias rechazaron los testigos propuestos -que son periodistas- y al fotógrafo -que también trabaja para la prensa-, pese a que iban a asistir "a título privado". "Quieren que Julian permanezca invisible para el público a toda costa, incluso el día de su boda, y especialmente el día de su boda", escribió en un artículo publicado por The Guardian, y comparó esta "lógica de hacer desaparecer a una persona esperando que sea olvidada" con "lo que hacía la Rusia soviética".
El novio, de 50 años, y los dos hijos de la pareja llevaban faldas escocesas, en honor a los orígenes de la familia del australiano. La abogada dijo en días previos a la boda que ellos asumirían el costo y pidió a quienes quisieran hacerles un regalo que ofrecieran un donativo a su campaña para sacarlo de prisión o que colgaran carteles a favor de su liberación en sus vecindarios. Assange está recluido en la prisión de Belmarsh desde su detención en 2019 en la embajada de Ecuador en Londres cuando el presidente Lenin Moreno le retiró la protección que le había dado en 2012 su predecesor Rafael Correa. El activista lucha por no ser extraditado a Estados Unidos, que quiere juzgarlo por la publicación en WikiLeaks a partir de 2010 de cientos de miles de documentos secretos, que desvelaron abusos cometidos por el ejército estadounidense en Irak y Afganistán.
Tras perder su último recurso, la ministra británica del Interior, Priti Patel, deberá decidir ahora si autoriza la entrega del periodista, aunque sus abogados valoran recurrir otros aspectos del caso. Assange se convirtió en caballo de batalla para los defensores de la libertad de prensa, que acusan a Estados Unidos de intentar acallar información de seguridad relevante, pero las autoridades estadounidenses afirman que es un pirata informático y puso en peligro la vida de informantes al publicar los documentos íntegros sin editar. "Es la batalla más importante de nuestra época por la libertad de prensa y si la perdemos será devastador no sólo para Julian y su familia sino para nosotros", aseguró el periodista estadounidense Chris Hedges, ganador de un Pulitzer, uno de los manifestantes que esperaba en la puerta de Belmarsh. De ser declarado culpable de espionaje en Estados Unidos, Assange podría ser condenado a 175 años de cárcel.