Una buena idea pero con una mala puesta en práctica puede terminar siendo funcional al mismo problema que se quiere combatir. Esa lógica aplica para la mayoría de los casos y tendría que ser un principio dogmático en las políticas públicas.
Un claro ejemplo donde se puede apreciar la dimensión de este razonamiento es el plan de Movilidad Sustentable, enmarcado en el Plan Integral de Desarrollo Urbano Ambiental (Pidua II), que aplica la municipalidad de la ciudad de Salta. Para promover que los ciudadanos usen más la bicicleta y necesiten menos el transporte masivo, se habilitarán 22 kilómetros de bicisendas en Salta capital. Se trabaja en los nuevos recorridos en la avenida Belgrano, desde Juan XXIII - Pacheco de Melo hasta avenida del Bicentenario. Allí son 25 cuadras.
También, en 12 cuadras de la calle Alvarado, entre Hipólito Yrigoyen hasta Luis Burela y en otros puntos de la ciudad.
El proyecto busca promover la salud de la población desalentando el uso de vehículos particulares y también el transporte público en tiempos de pandemia. Demás está recordar que Salta fue, hasta hace unos años, una de las ciudades donde la bicicleta era el medio de transporte más utilizado.
Todos estos elementos determinan y justifican con creces un proyecto de este tipo, pero la realidad es que hasta el momento las bicisendas no están siendo utilizadas por los ciclistas. Por el contrario son el modo más seguro para la circulación de las motos y en algunos casos las dársenas destinadas para la circulación de bicicletas, hacen las veces de playas y estacionamientos gratuitos y exclusivos para el oportunismo de los automovilistas. No vamos a decir por el momento nada de los paredones puestos en Av. Belgrano.
Algo habrá que corregir.
NOTA DE REDACCION